Premio-castigo como factor determinante en la formación de la conducta alimentaria infantil
GE Nutrición Infantil. Coordinación: MªJosé López Higuera
Participantes: Laia Vasco Muñoz, Magdalena Cladera Arbós, Marta Mesa Luque y MªJosé López Higuera
Participantes: Laia Vasco Muñoz, Magdalena Cladera Arbós, Marta Mesa Luque y MªJosé López Higuera
Introducción
Desde niños, una buena educación nutricional y alimentaria es un aspecto esencial que repercute directamente tanto en la salud física como en la mental a lo largo de nuestra vida. Por suerte, cada vez es mayor la conciencia con respecto a la alimentación.
Sin embargo, se siguen utilizando métodos para que la alimentación de los más pequeños les resulte beneficiosa y, aunque pueda parecer una solución a corto plazo, les provoca un grave perjuicio con consecuencias muy negativas.
Ese es el caso del método premio-castigo. Todos conocemos el caso del pequeño al que –dado que no come– se le chantajea con privarle de chocolate en el postre o, en el extremo opuesto, el del niño que come su comida y se le premia con un helado de postre para que coma todo sin rechistar. Si desde pequeños se asocian las emociones y comportamientos a la comida, existe riesgo de crear una mala relación con la alimentación. Este artículo pretende abordar cómo afecta esta dinámica en el desarrollo de la conducta alimentaria en los niños y aportar un punto de vista que promueva una mayor confianza, autonomía y disfrute entre los más pequeños.
1. PSICOLOGÍA DEL COMPORTAMIENTO ALIMENTARIO
1.1. Factores que dominan en la formación de la conducta alimentaria
La relación entre la comida y la conducta alimentaria en los niños se forma durante los primeros años de vida. Las experiencias y sensaciones que experimentan los niños impactan directamente en ellos. A partir de los primeros meses de vida, se produce una asociación entre ciertos alimentos con emociones, sensaciones y sentimientos.
Asocian la comida a festividades y eventos, pero también pueden asociar que recibir su chocolatina favorita tras un buen comportamiento es una forma de premiarlos creando una conexión entre el producto y la recompensa emocional. Esta asociación ha pasado desapercibida y se ha considerado completamente inocua, pero puede tener consecuencias muy perjudiciales en la percepción del niño sobre la alimentación a largo plazo.
1.2. Efectos de los alimentos utilizados como recompensa
Cuando los alimentos —concretamente los ultraprocesados excesivamente grasos o azucarados— se utilizan como premio o castigo, se establece un patrón en el que los niños asocian la comida no solo como algo que les alimenta, sino también como una forma de regular sus emociones y sentimientos. Cada vez son más los casos en los que en situaciones de estrés, tristeza, aburrimiento o ansiedad, las personas se refugian en la comida, lo que favorece el desarrollo de hábitos alimentarios poco saludables. Esto puede derivar en un ciclo de sobrealimentación, creación de antojos poco saludables, atracones excesivos, etc. al hacer que la persona se vuelva dependiente de las recompensas externas.
Además, el uso de ciertos alimentos como premio puede contribuir al rechazo de otros habitualmente más nutritivos. Por ejemplo, cuando utilizamos una chocolatina o un postre como método de chantaje cuando un niño no quiere comer otros alimentos, el pequeño puede empezar a considerar el alimento que queremos que ingiera como algo desagradable y el dulce o el postre como algo deseado. Esta dinámica puede llevar a una relación disfuncional con la comida —en la que ciertos alimentos son demonizados y otros idealizados— lo que puede derivar en una alimentación desequilibrada y problemas de autoestima en relación con la imagen corporal, entre otros trastornos.
Con el paso del tiempo, estas conductas influyen en la forma en la que el futuro adulto se relacionará con la comida. Las dificultades para comer de forma equilibrada o los patrones de alimentación emocional en los que se recurre a la comida en momentos complicados son solo algunos ejemplos. Por tanto, es crucial que ya desde la infancia se adopte en casa un enfoque más saludable en la educación alimentaria, promoviendo una relación positiva con la comida frente a un amasijo de chantajes, castigos y premios que —más que ayudar— generan en el niño estrés, angustia y frustración.
2. IMPACTO DE ESTAS ESTRATEGIAS EN LA SALUD DE LOS NIÑOS
Utilizar el premio-castigo en la infancia puede tener un impacto negativo en la relación que los niños tienen con la comida y contribuir así al desarrollo de trastornos alimentarios como la bulimia o la anorexia en la edad adulta. Cuando los niños son premiados con alimentos como dulces o postres, pueden llegar a asociar la comida con recompensas emocionales, lo que refuerza la idea de que comer es una forma de lidiar con las emociones o de obtener algo a cambio. Esto supone un riesgo de desarrollar una relación poco saludable con la comida, en la que el niño busca consuelo o satisfacción a través de la ingesta de alimentos no saludables.
Por otro lado, usar la comida como castigo restringiendo el acceso a alimentos que disfrutan o forzarlos a comer ciertos alimentos puede generar sentimientos de resentimiento, ansiedad o culpa asociados a la alimentación. Estos comportamientos pueden distorsionar la percepción del niño sobre lo que significa comer y cómo manejar el hambre o la saciedad. Estos patrones pueden perdurar hasta la vida adulta, contribuyendo a trastornos de la conducta alimentaria como la bulimia o la anorexia nerviosa. En la bulimia, el individuo busca controlar su peso mediante la restricción extrema de alimentos o con episodios de atracones seguidos de conductas de purga. En la anorexia, desarrolla un miedo irracional a ganar peso que da lugar a conductas de restricción alimentaria extrema.
En lugar de utilizar la comida como herramienta de control, es fundamental enseñar a los niños a tener una relación equilibrada con la comida basada en la satisfacción de sus necesidades físicas, emocionales y sociales de manera saludable. Esto implica ofrecer una variedad de alimentos de forma positiva sin asociarlos a emociones negativas o recompensas. De este modo, serán capaces de aprender a escuchar las señales de su propio cuerpo y podrán tomar unas decisiones adecuadas sobre su alimentación.
3. CULTURA Y SOCIEDAD
La sociedad española tiene un vínculo enorme con su gastronomía. De hecho, es común asociar cualquier reunión, evento o festividad con una comida típica. Por tanto, es importante poner el foco en los más pequeños para que su relación con la comida sea verdaderamente sana y disfruten de la alimentación.
3.1. Marketing y publicidad enfocada en los niños
El marketing y la publicidad juegan un papel fundamental en la conducta alimentaria de los niños. La alimentación está controlada por diversos procesos psicológicos y fisiológicos en los que la publicidad juega un rol clave y determinante. Su influencia directa sobre el consumidor es tan directa que existen leyes, normativas y acuerdos específicos de regulación. Es el caso del código PAOS (código de autorregulación de la publicidad de alimentos dirigida a menores), que forma parte de la estrategia NAOS para prevenir la obesidad y el sobrepeso infantil.
Los niños son el grupo más sensible a los efectos de la publicidad. Aún no han alcanzado la madurez suficiente en la mayoría de aspectos de su vida ni han forjado una conducta alimentaria sólida y basada en la educación alimentaria, lo que los convierte en personas vulnerables. Muchas empresas de la industria alimentaria venden productos destinados a niños y se centran en el menor como garantía para disponer de consumidores asegurados. Juegan con el comportamiento de los niños, la costumbre de los menores de seguir modelos de conducta a los que valoran y el deseo de los padres de contentar a sus hijos.
Diversos estudios han analizado la publicidad durante la programación infantil. Los resultados son preocupantes. Los alimentos que más aparecían durante la programación infantil eran productos muy azucarados, de alto contenido en grasa y ultraprocesados (galletas, cereales, bollería industrial…). Una de las leyes que regula la publicidad infantil obliga a estas empresas a incluir recomendaciones dietéticas junto al anuncio, en todo caso, no dejan de ser productos con un nivel energético demasiado alto y muy poco valor nutritivo.
Estos estudios coinciden en que no hubo ningún anuncio que incluyese fruta, verdura o alimentos que formen parte de una dieta equilibrada y recomendada para un menor. Además, también están de acuerdo en que muchas de las normas que regulan la publicidad infantil no llegan a cumplirse nunca debido a vacíos legales.
A pesar de las múltiples estrategias para controlarlo, en el sector publicitario destinado a los niños todavía queda mucho trabajo por hacer. Algunas de las herramientas utilizadas para llegar al menor y atraer su atención sobre un alimento determinado son demasiado agresivas y éticamente reprobables. Por ello, el niño debería crecer en un entorno fuerte y lo suficientemente consolidado para desarrollar una conducta alimentaria sana.
4. ALTERNATIVAS MÁS RECOMENDABLES
Alentar a un niño a comer utilizando recompensas externas puede inducir a ver la comida saludable como una «obligación» o un instrumento que únicamente le permite obtener algo a cambio, lo que no resulta adecuado para su desarrollo alimentario.
Es posible que esta sea la única estrategia de muchos padres para lograr que su hijo coma cuando la hora de comer se convierte en un campo de batalla plagado de regañinas, enfados o frustraciones. Lo más importante es que ese momento sea una experiencia positiva que les permita disfrutar de la comida y desarrollar una relación saludable con ella. Es difícil llegar a ese punto cuando partimos de premiar o castigar al niño para que coma. Por ello, es importante crear ese espacio de distensión en las comidas. Antes de sentarse en la mesa, es recomendable seguir alguno de estos consejos para practicarlos durante el día:
- Busca en la casa una zona de calma: Crear un espacio tranquilo en casa con cojines, libros y materiales sensoriales (arena, slime, pelotas antiestrés) donde poder relajarse y manejar las emociones.
- Técnicas de respiración divertidas: Enseñar a los pequeños técnicas de respiración con juegos, como «respirar como un dragón» (soplando con fuerza) o «inflar el globo» (llenar el vientre de aire como un globo y luego exhalar lentamente).
- Movimiento y ejercicio: Animar a canalizar su energía a través de actividades físicas, como bailar, saltar en una cama elástica, yoga infantil (canción saludo al sol) o una “competencia de carreras” en casa o en el jardín.
- Arte y creatividad: Facilitarles materiales para dibujar, pintar o hacer manualidades y ayudarlos a expresar lo que sienten de una manera divertida y relajante.
- Música y ritmo: Tocar instrumentos, bailar o simplemente escuchar su música favorita puede ayudarles a reducir el estrés. También se pueden hacer canciones juntos que reflejen sus emociones.
- Afirmaciones positivas y frases motivadoras: Crear frases divertidas y positivas que puedan repetir cuando estén nerviosos. También pueden decorar sus frases favoritas en papeles de colores o crear su «póster de la calma».
- Juegos de contacto físico: Los juegos de contacto suave, como una “batalla de almohadas” o “cosquillas controladas” (siempre y cuando el niño lo disfrute), pueden ayudar a liberar tensión de una manera divertida.
Esto hará que cuando la familia se siente a la mesa sus miembros estén relajados y dispuestos a disfrutar de un buen rato.
Logrado el momento de paz en la mesa, a continuación se describen una serie de estrategias que pueden ayudar a que los niños desarrollen una relación positiva y natural con la comida. Se trata de animarles a disfrutar de una alimentación saludable de manera amigable y sin presiones, con el objetivo de lograr unos hábitos sostenibles que los acompañen a lo largo de su vida.
– Crear Rutinas de Comida Consistentes: Establecer un horario de comidas es fundamental, así el niño crea una rutina. Evitar distracciones como el uso de pantallas a la hora de comer, ya que estos dispositivos también interfieren en el proceso, al elevar los niveles de dopamina que, indirectamente, inhibe las señales de saciedad.
– Ser un modelo a seguir: Los niños son esponjas que imitan a sus progenitores: no se les puede exigir que coman un plato de verdura mientras el adulto —que es su referente— no lo hace.
– Involucrarlos en la compra y preparación de alimentos:
A los niños les gusta sentirse útiles, formar parte del proceso. Una buena estrategia es elaborar un menú con ellos, dejándoles elegir a ellos un día. Elaborar la lista de la compra con ellos e ir al supermercado, aprovechar ese momento para explicarles los beneficios de los alimentos de manera simple como si fuera un juego son otras opciones posibles. Por ejemplo: las zanahorias sirven para ver mejor como el lobo de caperucita, las espinacas nos dan fuerza como Hulk…
Implicarlos a la hora de comer, que manipulen. Mientras cocinan, probablemente probarán muchos alimentos que haya en el poyete. Olerán, verán diferentes texturas y a la hora de comer se sentirán orgullosos de lo que han preparado.
– Ofrecer variedad y flexibilidad
- Ofrecer opciones dentro de lo saludable: En lugar de forzarlos a comer un solo alimento, ofrecerles una variedad de opciones saludables. Por ejemplo, preguntas como “¿quieres zanahorias o pepinos?” les aporta sensación de control y los anima a probar alimentos nuevos.
- Incorporar colores y texturas: Presentar alimentos variados y coloridos en sus platos puede hacer que los alimentos saludables les resulten visualmente atractivos y estimulantes.
– Promover la curiosidad sin presionarlos a comer
Promover la curiosidad por la comida en los niños de manera natural sin presionarlos a comer implica hacer de la alimentación una experiencia divertida y exploratoria. La clave está en permitirles investigar a su propio ritmo, sin presionarlos, para que la comida se convierta en una aventura que quieran descubrir.
– Crear un Ambiente Positivo en la Mesa
- Evitar reprimendas o presiones: No insistir ni regañar al niño por no querer comer algo específico, ya que esto puede crear resistencia. En su lugar, hay que mantener una actitud relajada y amable. Si no quiere algo decirle “si no te gusta, déjalo en el plato”. Si no come, no hay que preocuparse: En caso de que tenga hambre comerá, pero no se deben ofrecer opciones poco saludables.
- Disfrutar juntos: Aprovechar las comidas para conversar y compartir, creando un ambiente donde la comida se relaciona con momentos positivos y de conexión familiar.
– Respetar sus Señales de Hambre y Saciedad
- Permitir que escuchen su cuerpo: Animarlos a comer hasta sentirse satisfechos, sin forzarlos a terminar toda la comida del plato. Esto ayuda a que aprendan a regular su apetito y a no depender de reglas externas para decidir cuándo parar.
- Evitar la comida como premio o castigo: No usar alimentos como recompensa o castigo. Esto puede hacer que asocien ciertos alimentos con emociones y comportamientos en lugar de verlos como parte de una alimentación equilibrada.
– Fomentar Actividades Relacionadas con la Alimentación
- Hacer actividades educativas: Realizar actividades como plantar un pequeño huerto o cultivar hierbas aromáticas en casa les da la oportunidad de aprender sobre los alimentos desde el origen, despertando su curiosidad y compromiso.
- Leer cuentos o hacer juegos sobre alimentación saludable: Existen libros y actividades infantiles sobre la importancia de los alimentos saludables que pueden reforzar estos valores de manera entretenida.
Conclusiones
El uso de alimentos como premio o castigo en la educación de hábitos alimentarios en niños tiene implicaciones significativas tanto a corto como a largo plazo. Asociar ciertos alimentos, generalmente menos nutritivos, con recompensas puede derivar en una relación desequilibrada con la comida, reforzando preferencias por opciones menos saludables o generando patrones de sobreconsumo en situaciones emocionales. Además, utilizar alimentos como castigo o prohibirlos a modo de sanción son actuaciones que pueden generar rechazo hacia alimentos nutritivos o promover comportamientos alimentarios como la bulimia o la anorexia en los menores. Ya como adultos, pueden acabar teniendo una mala relación con la comida, además de no saber escuchar a su cuerpo y tender al desarrollo de hábitos alimentarios poco saludables.
Aunque no es fácil lidiar con el bombardeo constante de publicidad infantil vinculada a la alimentación en la sociedad actual, no todo está perdido. Comprar moldes de galletas con la forma de sus personajes favoritos y enseñar a los niños a preparar dulces caseros saludables en casa como un alimento más es una opción no solo compatible con una dieta equilibrada, sino más adecuada que recurrir a las estrategias de premio-castigo descritas ya desde muy pequeños.
Como profesionales de la salud, es necesario promover estrategias que fomenten una relación saludable con una alimentación basada en el placer y la autonomía, en lugar de asociar la comida con dinámicas de control o manipulación. Asimismo, conviene implementar enfoques basados en la educación positiva para enseñar hábitos alimentarios saludables y sostenibles. Por tanto, educar a las familias y cuidadores sobre la importancia de no utilizar la comida como herramienta de premio o castigo es clave para apoyar un desarrollo emocional y nutricional equilibrado.
© 2025 by Grupo de Especialización Nutrición Infantil
ASNADI is licensed under CC BY-NC-SA 4.0
BIBLIOGRAFÍA:
- BASULTO, J. (2013). Se me hace bola. Debolsillo.
- Pérez-Pedraza, B., Álvarez-Bermúdez, J. y Carreón-Marrufo, M. (2023). Consumo de alimentos y la publicidad alimentaria: contrastes en niños escolarizados.
- Impacto de la publicidad en los hábitos alimentarios en los niños (2018). Revista española de comunicación en salud. 2018, VOL. 9, NO. 2, 116-126.
- The family meal: somewhat more than eating together. Acta Pediatr Esp. 2006; 64(11): 554-558.
- Influencia familiar sobre la conducta alimentaria y su relación con la obesidad infantil (2008). Domínguez-Vásquez P., Olivares S., Santos JL.
- “Dar premios es indecente e inmoral”. Canal youtube Ser Padres.
- Yolanda Fleta y Jaime Giménez (2021). Coaching nutricional para padres y niños.